12-355.66. “Encontrábase un mancebo dentro de una barquilla en un mar embravecido, mas a pesar de la fuerza de las olas, la barquilla permanecía serena. Aquel mancebo encontró en la medianía de ese mar a doce humildes hombres que parecían cual náufragos; los llevó a su barquilla y les dijo: Yo os conduciré hacia el puerto y os daré lo que hace falta. Aquellos hombres se pusieron de hinojos ante su salvador y le dieron gracias; mas en su espíritu se sintieron indignos de estar con El. Al contemplarles así el mancebo les dijo: Vengo a salvar a los pecadores, he venido a buscar a los pobres para enriquecerlos con mi gracia, busco a los enfermos para darles salud. Al escuchar estas palabras aquellos náufragos, reconocieron quien era aquel mancebo que les había salvado de perecer en las olas embravecidas del mar. Entonces le dijeron: Señor, la luz de un nuevo día es con nosotros y con todos los menesterosos. Aquel joven les dijo: Voy a enseñaros a cruzar este mar embravecido. Entonces quedaron maravillados aquellos doce que habían sido salvados, cuando contemplaron que al paso de aquella barquilla las olas embravecidas, se tornaban en mansas y obedientes ante la voz de su salvador. Aquellos náufragos, que habían desconocido un mandato, una Ley y que se habían convertido en los pecadores y en los menesterosos, penetraron en arrepentimiento y le dijeron: Señor, dadnos nuevamente vuestra enseñanza. Entonces el Señor, les mostró un libro abierto en el que estaba escrita una enseñanza perfecta y les dijo: voy a confiaros esta barquilla para que salvéis a los náufragos. Ellos recibieron con regocijo aquel mandato y prometieron ser obedientes para cumplir con esa misión. Al paso de aquella barquilla los que perecían en aquel mar eran salvados y aquellos varones se maravillaban, convencidos del poder que aquel Señor le había confiado”.